UN MINUTO DE REFLEXIÓN, ¡POR CARIDAD!
María José Foncubierta Rodríguez
Desde muy pequeña me fascinó el género de la Ciencia Ficción, en novelas, películas, series, cómics… “Espacio 1999”, “La fuga de Logan”, o la mítica “Star Trek” eran prioridad en su día de emisión ante la opción de salir a jugar a mi querida Plazoleta de San Isidro. Era una auténtica fascinación recrearse pensando en que esas tecnologías tan avanzadas y sorprendentes pudieran un día llegar a ser realidad.
Luego, novelas como “Un mundo feliz” (Huxley), “Fahrenheit 451” (Bradbury), o “1984”… el Gran Hermano te vigila… (Orwell), me “bajaron” a la tierra… ¿Y si el futuro fuese así realmente?, ¿y si no fuésemos capaces los seres humanos de estar por encima de la tecnología que nosotros mismos creamos?
De la utopía a la distopía, o, mejor dicho, ¿nuestro futuro sería un mundo feliz, o “el mundo feliz” huxleyano?
Hoy las tecnologías vigentes, y, sobre todo, las tecnologías esperadas, nos brindan enormes posibilidades, en lo sanitario, en lo educativo, en la eficiencia de los trabajos, en la comunicación global e inmediata, en lo más cotidiano y doméstico (el Internet de las Cosas), en la visualización de las personas, en el tratamiento de la información para la mejor toma de decisiones (Big Data), en los sistemas de transportes y distribución, en las muchas realidades y potencialidades de la IA (Inteligencia Artificial), etc.
Internet se ha colado hasta el más pequeño punto de nuestras vidas. De tal manera, que en nuestros días, lo que no aparezca por la red no existe, prácticamente.
Pero, ¡Cuidado!,
en este contexto dos peligros, no superfluos precisamente, nos acechan:
- La falsedad en la red: bots, trolls, fakes, perfiles engañosos. Bots que, financiados incluso por Estados, generan perfiles artificiales, para lanzar noticias falsas y generar a partir de ellas tendencias en las masas (la llegada inesperada de Trump a la presidencia de los Estados Unidos, el triunfo del Brexit en el Reino Unido, son muestras de ello). Trolls, usuarios, por lo general organizados y pagados, que entran en las redes sociales para generar malestar y conflictividad, comentando, de forma agresiva normalmente, cualquier opinión de los “adversarios” ideológicos. De esta forma, la población se divide, se radicaliza, y ve en su igual, en sus paisanos, al enemigo, y ya no tiene interés ni tiempo para mirar hacia arriba, hacia los poderes que realmente deciden. Masa dividida y radicalizada, masa dominada. Fakes, a millones diariamente, que buscan desinformar (infoxicación) y dirigir la opinión hacia un fin. Recientemente, todos vimos cómo se nos anunciaba, por tierra, mar y aire, y, por supuesto, en las múltiples plataformas de la red, que el ejército sirio había atacado a la población con armas químicas en Duma; vimos imágenes de niños muy pequeños sufriendo, y nuestra sensibilidad, lógica por otra parte, hizo el resto. Esto “justificó” un ataque conjunto “de precisión” EEUU-Francia-Reino Unido contra Siria. Hace un par de días, incluso un coronel del Ejército de Tierra español, prestigioso experto en geoestrategia, desmentía, o, al menos, dudaba, de la veracidad de tal ataque químico, y comentaba que todo podría haber sido un montaje.
- “El manual” y la inmediatez Cualquier noticia genera que se den en las redes sociales, de manera inmediatísima, dos posiciones opuestas y de manual. O estás con nosotros, o estás contra nosotros. Si piensas así, eres bueno, si no, eres malísimo. Un minuto después de que se hiciera pública la sentencia de “la Manada”, o el caso de Alsasua, por citar un par de ejemplos más recientes, recibiríais, como yo, un auténtico bombardeo, de exactamente los mismos mensajes, y exactamente las mismas consignas, tanto a favor como en contra de una y otra parte. Pero, ¡si no ha dado tiempo! O hay mucho listo y enterado en las redes, que ya sabían cómo se iban a desarrollar ambos casos, y tenían sus mensajes, preparados; o hay un manual de acción, planificado, y, por tanto, intencionado, que se aplica a cada una de las noticias sensibles para la población, y que, sin dejarte un mínimo segundo de reflexión para que te informes y formes tu propia opinión, te lanza una descarga, insisto, por tierra, mar y aire, que, sin dejarte pensar, te dice: “si piensas así y haces esto que te indico, eres bueno, si no, eres malo, y hazlo ¡ya!, ¡ahora!. ¡ya estás tardando!” (la parte contraria también tiene su manual, y actúa exactamente igual, claro). La finalidad: masa que no piensa, actúa llevada por el respectivo manual, y, por tanto, es clara, y fácilmente, manipulable.
Bajo el brilloso, y brillante, envase de una supuesta utopía creada por las tecnologías de la comunicación, que hacen llegar el Internet y las redes a todos los rincones de nuestra vida, incluido el más íntimo, y nos facilita la conexión al mundo, la recepción de información de casi todo de manera inmediata, y nos agiliza y hace más cómodo nuestro día a día (un mundo feliz), se esconde, también, un mecanismo que logra conocer nuestros gustos, nuestros puntos fuertes y nuestras debilidades (entre otras razones, porque no tenemos pudor alguno de contarlo todo), controla y vende a las redes comerciales y financieras nuestros datos e informaciones más personales, nos dirige con campañas sucesivas sobre lo que está bien y lo que está mal… Todo ya establecido, todo ya trazado y planificado, lo que tenemos que pensar, lo que tenemos que decir, lo que no podemos hacer… ¿un “mundo feliz”?
La distopía tiene un factor común, y es la creencia de que la sociedad vivirá un futuro carente de privacidad y libertades, en el que la Ciencia y la Tecnología estarán al servicio de unas pocas, y muy poderosas, élites. La RAE, Real Academia de la Lengua Española, al referirse a este término, habla de alienación humana.
Si escribo estas líneas para este foro no es porque esté en contra del avance tecnológico, al contrario, lo disfruto. Todo reside en cómo se gestione. Las escribo porque considero que un estudiante, cuando egresa de nuestras titulaciones, no sólo ha de saber la parte técnica de su perfil profesional, sino también, y yo diría que, sobre todo, ha de tener la inquietud de formarse e informarse, saber analizar la información que le llega, disgregar lo verdadero de lo falso, -si se puede-, y con ello, tomarse un tiempo de reflexión para crear su propia opinión, que guíe su propia actuación, y en su propio momento.
Esto no es un artículo científico, ni un trabajo técnico…pretende ser “sólo” una pequeña reflexión.
María José Foncubierta Rodríguez, PDI del área de Organización de Empresas en la Universidad de Cádiz. Directora de la Facultad de Ciencias Económicas y Empresariales en su sede del Campus Bahía de Algeciras. Doctora por la UNED, compagina su docencia y gestión con la investigación en políticas empresariales de capacitación y formación y Capital Intelectual en grupos de investigación, nacionales e internacionales. Ha participado en proyectos de adaptación al EEES para el Campus Bahía de Algeciras.
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